Síndrome de Down: un diagnóstico inesperado

Síndrome de Down: un diagnóstico inesperado

El embarazo
Enterarme de mi tercer embarazo fue realmente una sorpresa. Aunque el instinto ya me lo indicaba, confirmarlo fue emocionante. Al igual que mis primeros dos hijos, este embarazo también llegaba sin planificar, pero igualmente amado y deseado desde el exacto momento en el que mi esposo y yo nos enteramos de su existencia. 

Todo transcurría con normalidad. Experimentaba los malestares típicos del primer trimestre y, junto a mi esposo, nos adaptabamos a la realidad que implicaba recibir a un nuevo bebé en la casa. Ya habían pasado poco más de seis años desde mi último embarazo y me sentía casi como primeriza. ¿Será una niña o un tercer varón? Esa era la pregunta que todos en la familia nos hacíamos durante esas primeras semanas. Para nosotros daba igual si era un niño o una niña. Eso no cambiaría en absoluto lo que ya todos sentíamos por ese pequeño milagro que se gestaba en mi vientre. ¡Y sus hermanos ni se diga! Su emoción era igual a la nuestra. 

Llegó el momento del primer sonograma y con ello conocer qué tendríamos. "¡Es una niña!" y con la emoción de saberlo, también nos llegó otra sorpresiva noticia. Los resultados de la prueba de cribado combinado que me realicé el primer trimestre no estaban bien. Esta prueba estima las probabilidades de que el feto esté afectado por condiciones como el síndrome de Down y trisonomía 18, entre otros. 

Enfrentando las posibilidades 

"Yo recibo estas pruebas todos los días y en este mes tus resultados son los más altos que he visto", me explicó el especialista materno fetal que nos atendió. Además, durante el sonograma encontraron dos hallazgos, uno de ellos en su corazón, que elevaba aún más la posibilidad de síndrome de Down. 

Estaba en la oficina médica junto a mi esposo. Escuchar esas palabras fue como recibir un balde de agua fría en el cuerpo. De momento no supe ni qué pensar ni qué decir. Creo que solo reaccioné cuando el doctor, siguiendo con el protocolo requerido, nos explicó todos los posibles pasos a seguir, entre ellos la prueba diagnóstica de amniocentesis y la opción de la interrupción del embarazo si los resultados eran positivos. Escuchar la posibilidad de un aborto me estremeció.

"Esa no es una opción para nosotros", alcancé a decir mientras con un nudo en la garganta, le explicaba al especialista que nuestro matrimonio siempre había estado abierto a la vida y que la defendemos y la respetamos desde su concepción hasta su muerte natural.  

Era demasiada información en poco tiempo. Las posibilidades de que la bebé naciera con síndrome de Down eran verdaderamente altas. Nos decidimos por realizarme la prueba diagnóstica. Independientemente del resultado, el embarazo continuaría y la recibiríamos con el mismo amor y la misma emoción que a nuestros primeros dos hijos. Quiero destacar el profesionalismo y la gran sensibilidad con la que el doctor nos atendió. ¡Hasta un abrazo me dio cuando no pude contener el llanto! 

Muchas mujeres se niegan, con justificadas razones, a realizarse esta prueba. Muchas otras la hacen para tomar la decisión de interrumpir el embarazo. En mi caso tomé la determinación porque necesitaba estar preparada e informada. Me preocupaba una depresión post parto al recibir una noticia como esa en el mismo momento del alumbramiento y el no poder estar enfocada desde el primer minuto. 


María Isabel es su nombre

Considero importante que los nombres de los hijos tengan un valor y un significado especial. Hasta ese momento no habíamos decidido que nombre ponerle a nuestra bebé. Saber que era niña y al mismo tiempo estar preocupados por los posibles resultados de la amniocentésis era, como dice el coloquial refrán puertorriqueño: "Mucho con demasiado". 

Al salir de la oficina médica y abrumados todavía por tanta información, mi esposo y yo nos fuimos a comer a un restaurante de comida rápida cercano. Ya yo le había escrito por mensaje de texto a dos grandes amigas la situación por la que estábamos pasando y desde el primer momento me apoyaron muchísimo. Una de ellas me recomendó orar y que leyera el Evangelio de ese día. ¡Cuál fue mi sorpresa y emoción cuando al buscarlo me topo con el pasaje de la visita de María a su prima Isabel! "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" Sí. Yo también era bendecida por el fruto del amor que crecía en mi vientre. Y yo, al igual que María quería alabar a Dios diciendo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador..." 

Allí mismo decidimos que María Isabel sería su nombre, para recordar siempre este hermoso pasaje bíblico y lo que significa en nuestras vidas. 


La noticia que cambia todo

Las próximas semanas fueron difíciles. De momento sientes un torbellino de emociones que no puedes controlar ni comprender del todo. Es difícil concentrarte en el trabajo, en la rutina diaria. Mis hermanos, cuñadas y amigas más cercanas me acompañaron en el proceso con su apoyo y oración. Mi esposo fue mi más fuerte sostén. Sin la fuerza de su fe creo que todo hubiera sido mucho más difícil. De todas formas, trataba de mantenerme positiva y esperanzada en que todo estuviera bien con mi bebé. 

Al poco tiempo llegaron los resultados. Se comprobaron las sospechas. Dio positivo a síndrome de Down y con la noticia una nueva ola de emociones: sorpresa, miedo, incertidumbre… Para mí lo más difícil en ese momento fue mi comunicación con Dios. ¡No sabía cómo hablarle, qué decirle, cómo hacerlo! Jamás le cuestioné. Honestamente la pregunta de ¿por qué a mi? nunca pasó por mi mente. Pero cada vez que intentaba orar no podía, solo lloraba. Y lloré cada día por un mes entero. Muchas veces a solas, otras junto a mi esposo. Mis amigas más cercanas fueron mi paño de lágrimas y su apoyo fue fundamental.  Luego entendí que mis lágrimas eran también oración. No necesitaba decir nada porque Dios conocía todo lo que pasaba por mi mente y mi corazón. Recordaba las palabras de Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!". No importaba el resultado de la prueba, mi bebé era perfecta tal y como era. Lo internalicé, lo acepté, lo viví. 

Luego de un proceso de dirección espiritual y de ayuda sicológica familiar, pude pasar esta etapa con relativa rapidez y continuar con mi embarazo como ameritaba: con alegría, disfrutándolo y preparándome para el gran momento. 

Muchas otras experiencias he vivido desde que recibí la noticia hasta el momento de dar a luz y  las iré compartiendo oportunamente. Por el momento, puedo afirmar que soy la orgullosa madre de una hermosa niña con síndrome de Down y que como familia nos estamos preparando y educando para tener éxito en nuestro nuevo proyecto de vida: la felicidad y plenitud de María Isabel. 

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